miércoles, 10 de marzo de 2010

LA ESPERA DEL VIEJO JUAN

     En su vereda simple, virgen de andares, Juan se sienta con su soledad y abraza el respaldo desalineado de una silla crujiente y extenuada.
     Su sombra se estira sobre los ladrillos desnudos y sus pies atrapan un ritmo que llega de algún lado.
     El viejo Juan habita indefenso e inerme el frente rojizo y, olvidado de andar, se llena de reposo. Cada tanto se molesta con las hojas secas que sin presteza, barre con su escoba añosa.
     Allí Juan ve pasar sólo la vida, de a ratos, de a ratos no más, con eso le alcanza. Ya es el tiempo, piensa. Sabe quien, inexorablemente, vendrá a buscarlo. Sufre la espera, se inquieta y teme. Cree que ha de llegar de noche hasta su puerta. Lo sabe, lo presiente, lo intuye. Por eso, cuando el sol se le duerme en los ojos, se guarda, cierra postigos, pone trancas. La casa del viejo murmura y cruje y se queja.
     La bignonia se le entromete hasta su cama. La vida se le escapa sin oír sus rezos, sus plegarias.
Alerta, en acecho, Juan espera que la luz de un nuevo día lo proteja, lo ampare, lo preserve. Cuando despierte por la mañana, creyéndose a salvo, él gozará de su engañosa suerte. Volverá a la calle a mirar pasar la vida, de a ratos no más, con eso le alcanza. Pero mañana, no lo sabe el viejo Juan, mañana estará más cerca de la muerte.

rescaglione@arnet.com.ar

2 comentarios:

  1. como has podido observar de este modo?
    Como has sabido ver a el pobre Juan de esta forma?
    Es un cuento muy lindo. Impresiona. ¿Es un ser real o habita en tu imaginación¿
    Sigo leyendo tu blog. Es saludable.
    (Soy de Junín)

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  2. Es sorprendente. Creo tener un "Viejo Juan" frente a mi casa. Es igual!!!!
    Ahoro lo observo de distinta forma. Le he encontrado magia gracias a su cuento.
    Muy lindo

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