jueves, 11 de marzo de 2010

FIGURITAS


     Las mamás se enojaban por el diario acto de congregar máculas de un suelo de umbrales cercanos y nos dejaban un "mira como te has puesto".
     Causante del reto era la vereda amarilla, desgastada, con algunos faltantes irreemplazables que concedía una senda imperfecta para andar, pero irresistible para un juego de figuritas redondas que se empeñaban en tropezar contra aquella pared de ladrillos expuestos, sin maquillaje, cercana al baldío. Cartoncitos alados buscando quedarse junto a ella por el hábil misterio de una mano pequeña.
     Después de los deberes, las bastonadas canchas del paseo público que nos pertenecían de hecho, se llenaban de bochinche e inquietudes de barrio.
     Desde el cordón de granitullo, desalineado e interrumpido tenazmente por el tiempo, se iniciaba un responso de rodillas, un rezo sin altares ni sacrosantos mártires. Sólo nos acompañaban inocentes pecados que no superaban un arrime pícaro y disimulado bajo la suela del zapato.
     La vista firme en el muro inalterable. La foto de algún jugador de primera hacia arriba. Los dedos como pinzas melindrosas dándole un impulso cargado de presunción misteriosa, que sólo podría alterarse por la intolerancia de una brisa disparatada o una mala suerte temporaria.
     Juego de niños quejosos por el tránsito sorprendido de transeúntes vecinos. Saltimbanquis que ensayaban una rayuela incompleta, improvisada y sin tejo. Juego que se interrumpía únicamente por aquella merienda con biscochitos de grasa y leche fresca, espumosa, que desde un "hervidor" evacuaba su esencia compartiendo dulzuras con un "Tody". Fiesta humilde de bolsillos abultados con ídolos repetidos o difíciles que se negociaban, tras un trueque austero en siestas y recreos. Manos estiradas demandando monedas a papá para mudarlas sin demora, por sobrecitos ruidosos de cuatro sorpresas.
     Hoy tengo una vereda parecida a aquella que pasa por mi casa. Quizás no tenga los mismos bastones de asolado pajizo. Quizás le falten risas que no siempre la nostalgia devuelve.
     Igualmente, un otoño me dibuja figuritas sobre ella. Veo a mis amigos y, de algún lado, llega aquella voz genuina que me repite dulcemente: "mira como te has puesto"


rescaglione@arnet.com.ar

1 comentario:

  1. Era así. Parece extraido de mis recuerdos en donde apareció mi madre cuando nos llamaba a estudiar o tomar la leche.

    Hemoso y emocionante
    Muchas gracias

    ResponderEliminar